Como si no bastase ya ser


Un verso de Noches de adrenalina (el primer poemario de Carmen Ollé) le sirve a Nataly Villena Vega (Cusco, 1975) como título de su antología Como si no bastase ya ser. 15 narradoras peruanas (Peisa, 2017). Una reunión de cuentos escritos por una interesante generación de narradoras peruanas, nacidas entre 1966 y 1985, y que han comenzado a publicar en este siglo XXI. Se trata entonces casi de un manifiesto generacional, hecho bajo la advocación de un texto fundador dentro de la literatura peruana escrita por mujeres. Y con el valor agregado de que la autora es integrante de esa generación, pues Villena Vega, con un doctorado en Literatura por la Universidad de La Sorbona, es también narradora —autora de la novela Azul (2005)— y directora de Las Críticas, revista virtual de crítica literaria hecha por mujeres.

Tras reconocer el trabajo silencioso pero meritorio de tres narradoras de los años ochenta (Laura Riesco, Pilar Dughi y Patricia de Souza), Villena Vega señala que “A partir del 2000 aparece en el panorama literario peruano un grupo renovador de narradoras… una irrupción impetuosa y repentina… de autoras con una producción literaria constante y que reclama una experiencia de lectura distinta”. Y entre los elementos que tienen en común las obras de estas narradoras encuentra “temas como la emancipación, la familia y la relación amorosa, que aparecen renovados”, y también “la búsqueda de libertad expresiva a través de la forma, el uso frecuente de la primera persona, un ‘yo’ que manifiesta una forma de estar y de verse en el mundo, y un nivel de concienciación como mujer”.

Pero no todos los relatos antologados comparten esas características. Por ejemplo, la “búsqueda de libertad expresiva a través de la forma” la encontramos en pocos textos. La mayoría parece más bien ser producto de una buena asimilación de la línea dominante dentro de la narrativa peruana, acaso a través de talleres de creación literaria. Son textos bien escritos, que se adscriben a géneros conocidos (lo fantástico en “La pequeña compañía” de Yeniva Fernández) o que establecen diálogos entre los sucesos narrados y prestigiosas obras de arte (“Auto sacramental” de Susanne Noltenius, “Pastobambamba, camino de” de Irma del Águila, “Con Alfredo en La Coruña” de Rossana Díaz Costa). En el otro extremo, está “Trans” de Gabriela Wiener, el texto más extenso del libro, que es básicamente una larga crónica sobre jóvenes transexuales.

Más próximos a la propuesta de Villena Vega están los cuentos de Claudia Ulloa, (“Documental”), Katya Adaui (“Nosotros los náufragos”), Karina Pacheco (“Pájaro de fuego”), Julia Chávez Pinazo (“El ángel caído”) y Jennifer Thorndike (“Las moscas”). Y aunque Como si no bastase ya ser es una antología de cuentos y relatos, hay que señalar que muchas de estas narradoras han llamado más la atención de la crítica por sus novelas. Pacheco ha publicado seis novelas en once años, desde La voluntad del molle (2006) hasta Las orillas del aire (2017); Irma del Águila ha publicado tres, entre ellas la premiada El hombre que hablaba del cielo (2011); Grecia Cáceres ha publicado cinco, desde La espera posible (1998) hasta Mar afuera (2017); Alina Gadea tres, etc. Se trata entonces de una importante generación de novelistas y en pleno vigor creativo.

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